El trabajo de Felícia Fuster empieza a desarrollarse desde los parámetros de una figuración expresionista, dirigiéndose hacia un lenguaje más abstracto, elaborando signos y espacios genuinos.
Felícia Fuster y Viladecans nació el 7 de enero de 1921 en el barrio de la Barceloneta, donde vivió de niña. Su familia materna tenía una ferretería que también contaba con efectos navales y que estaba situada casi frente a la vivienda familiar.
Hija única, desde muy pequeña vivió rodeada de todo tipo de herramientas como por ejemplo sierras, clavos, martillos, bisagras y otros objetos similares que constituían su distracción principal; su mundo era pues bastante diferente del de las niñas de su edad. En su familia todo era actividad y también, en cierta medida, creación, puesto que su padre, Ramon Fuster, era aficionado a las radios de galena que él mismo montaba y su abuelo materno, Rafael Viladecans era aficionado al dibujo. La pequeña Felícia heredó ambas habilidades: una facilidad extraordinaria tanto para los trabajos manuales y mecánicos como para el dibujo y la pintura. Una pizarra y tizas de colores fueron su juguete predilecto; así como la misma lengua, el catalán, que oía a los marineros y pescadores del barrio o de aquellos que iban a comprar en la tienda.
Felícia Fuster empezó el primeros estudios en una escuela privada para chicas situada en la calle Jaume I, cuya maestra era la señora Teresa Calvet; esta destapó la capacidad y el interés por el estudio de la pequeña Felícia. Ya en el curso 1932-1933, con sólo 10 años de edad, la niña estaba matriculada en el Instituto de Cultura de la Mujer, centro de referencia en la enseñanza desde su creación, donde Felícia destacaba por ser una niña brillante y por las calificaciones que obtenía.
A esta edad, ya dibujaba del natural con tanta destreza que llamó la atención de Josep Francesc Ràfols y Fontanals, su profesor de Dibujo, que la invitó a seguir un curso que impartía en la Escuela Dalmases. A pesar de que era un curso destinado a estudiantes de Arquitectura que doblaban la edad de la niña, Felícia Fuster lo siguió sin problemas. La experiencia hizo que Josep Francesc Rafols y Fontanals se convirtiera en su mentor vocacional y que persistiera en recomendar el ingreso de Felícia en la Escuela Massana de Artes y Oficios, a pesar de las dificultades administrativas derivadas de la edad de la aspirante.
Fue así como Felícia Fuster compaginó sus estudios de bachillerato en el Instituto Maragall con los de Arte a la Escuela Massana, que hacía en horario nocturno. En la Escuela Massana estudiaba Pintura, Composición y Vidrio grabado, entre otras materias. Además, encontró tiempo para frecuentar la conocida Academia Marshall, escuela de Música que Enric Granados y Frank Marshall habían fundado en Barcelona. También en este centro demostró una extraordinaria capacidad y una gran facilidad para tocar el piano.
Los tres años que duró la guerra (1936-39) vivió entre Castellterçol, en la torre de los abuelos maternos conocida como “Casal Felícia”, y Barcelona, donde pudo proseguir con sus estudios a pesar de las incertidumbres del momento y algunos problemas de salud.
No fue hasta el mes de marzo de 1942, ya en pleno Franquismo, que Felícia Fuster pudo acabar el bachillerato un a vez hubo realizado el examen de Estado, en que obtuvo la calificación de notable.
Después cursa los estudios de dibujo en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi y en 1947 obtiene el título de profesora de Dibujo. También hace el viaje de final de estudios por Castilla, con sus compañeros de Escuela. Algunos de ellos formaron un grupo generacional y vanguardista, denominado Los Últimos. Eran parte de este: Manuel Díez, Jorge Esteve, Juan Rebled, José Santiáñez, Juan Sirvent y la propia Felícia Fuster, y se dieron a conocer en una exposición colectiva en la Galería Syra de Barcelona, el mes de mayo de aquel mismo año. Fue una experiencia efímera, aunque permanecieron el afecto mutuo, la curiosidad, y el deseo de aprender y de evolucionar, así como algunas de las amistades, como la trabada con Manuel Díaz con quien Felícia mantuvo un estrecho vínculo hasta su muerte.
El año 1949 Felícia Fuster participa en la Exposición Nacional de Artes Decorativas en Madrid. Presenta trabajos en vidrio y obtiene la medalla de tercera clase. En 1950, con 29 años, realiza su primer viaje en París y, el año siguiente, en 1951 decide instalarse a vivir. Encuentra trabajo de profesora de español en la Academia Berlitz y realiza diferentes trabajos artísticos: graba vidrio y pinta pañuelos de seda.
Al casarse en 1954 deja las clases aunque continúa haciendo trabajos de creación artística y literaria esporádicamente. En 1958 participó en el Salon de l´Art Livre, y el año siguiente en la Glass 1959, una exposición colectiva organizada por el Corning Museum of Glass (situado en Corning, en el Estado de Nueva York) a la cual presentó un jarrón, titulado Vase, que fue adquirido por el mismo museo.
El 1960 se divorcia y se replantea su situación. Entre 1961 y 1970 trabaja intensamente en agencias de publicidad prestigiosas (Agence Elvinger, Agence Young and Rubican) realizando tareas de administración y gestión, pero no acepta de creación gráfica, porque considera que un trabajo creativo sería una traba para retomar en el futuro el trabajo artístico. Para especializarse en materias que desconocía y que necesitaba para el nuevo trabajo hizo estudios de Economía y el octubre de 1970 obtuvo el Diplôme des Études Supérieures Économiques en el Conservatoire National des Artes et Métiers. Progresivamente, su situación económica mejora, puede dividir su tiempo entre el trabajo remunerado y el de creación hasta que el 1981 se dedica ya exclusivamente a la creación artística y literaria.
En 1983 fue finalista del premio de poesía Carles Riba con la obra Una cançó per a ningú i trenta diàlegs inútils. Había escrito desde siempre, pero no dio a conocer sus escritos hasta que un amigo de la niñez, el arqueólogo Miquel Tarradell, le recomendó que presentara algunos de sus poemas a Carles Riba; a pesar de las dudas, finalmente Felícia Fuster se presentó.
Entre los miembros del jurado figuraba Maria-Mercè Marçal con quien Felícia Fuster estableció una amistad muy sólida, que no se rompió hasta la muerte prematura de Marçal. Una cançó per a ningú i trenta diàlegs inútils, es una obra fresca, escrita en un catalán riquísimo, deudor de la Barceloneta de niñez y de la canción salvatiana. El lirismo y las imágenes marineras son un buen medio para expresar la emoción y el dolor por una separación. En 1987 obtuvo el premio Vicent Andrés Estellés de Poesía (Premios Octubre celebrados en Valencia) por la obra I encara.
Actualmente, su obra publicada es reconocida por el mundo literario. Es un referente entre las nuevas generaciones de poetas y escritores y es valorada por la crítica y estudiada en el ámbito académico.
Paralelamente a su actividad literaria, que fue pronto reconocida, continuó su obra pictórica, que paradójicamente todavía no ha tenido el mismo reconocimiento, a pesar de su calidad y originalidad innegables. Experimentó en pintura y evolucionó hacia un estilo abstracto propio que bautizó como Plurivisió. Esta es una pintura abstracta que tiene la particularidad de poder ser vista desde diferentes ángulos gracias a un dispositivo mecánico patentado por la misma Felícia Fuster y que permite diferentes aproximaciones a un mismo cuadro, sugiriendo varias interpretaciones.
Felícia Fuster ha viajado durante toda la vida a diferentes países de Europa, África y Asia, saliendo a menudo de los circuitos oficiales y procurando ver más allá de lo que se ofrece a los turistas. Dos viajes serían especialmente importantes por razones muy diversas: el que hizo a Japón en 1986 y a China en 1995. Por Japón sintió una fascinación indudable que se plasmó en un gran interés por su poesía. Eso la llevó a estudiarla, a traducirla y a componer tankas y haikús. En China se contaminó con un virus maligno que casi la llevó a la muerte.
Cuando Felícia Fuster viajó a China era una mujer madura pero con una salud y vitalidad extraordinarias: pintaba y escribía con el mismo entusiasmo que gestionaba sus bienes. Cuando volvió, sin embargo, su vida cambió radicalmente debido al virus mencionado. Después de estancias más o menos largas en diferentes hospitales, fue trasladada en 2001 a una residencia, en su París de adopción, donde murió el 3 de marzo de 2012.
Resumen del estudio biográfico realizado por Maria Elvira SIlleras, Barcelona 2006
L´últim gest ple de generositat i d´aposta de futur de Felícia Fuster, va ser la creació de la Fundació que duu el seu nom. Té la seu a Barcelona i segueix el triple impuls que perseguia l’artista: ajudar persones sense possibilitats econòmiques, preferentment de la Fundació Les Orphelins Apprentis d’Auteuil de París perquè els infants i joves puguin realitzar estudis superiors; ajudar artistes en la realització de projectes; i ajudar a nivell de doctorat o perfeccionament universitari, persones estudioses de la llengua catalana, preferentment no residents a territori espanyol, tant si són lingüistes com estudiosos o escriptors i poetes, amb la finalitat de projectar la llengua catalana a l’estranger.